Por Luis Solana*
De tiempo en tiempo se abren debates sobre la Guardia Civil que podrían resultar sorprendentes para algunos ciudadanos. ¿Es un cuerpo militar? ¿Es un colectivo policial? ¿Es un cuerpo policial con naturaleza militar? Pero lo curioso es que a este debate permanente sobre la naturaleza de la Guardia Civil se ha añadido últimamente otro: ¿tienen los guardias los mismos derechos laborales que los policías? Este último es muy inteligente: plantea lo mismo que en otros tiempos, pero con razones de hoy.
La manifestación de guardias civiles del pasado 18 de septiembre ha significado un momento importante en este debate, digamos sindical, y se ha deslizado discretamente sobre el otro, el del carácter militar de la Guardia Civil. Pero lo han conseguido.
La verdad es que los guardias que quieren tener actividades reivindicativas consiguieron un éxito importante cuando el Tribunal Superior de Justicia de Madrid anuló la prohibición de la Delegación del Gobierno de poder manifestarse. Desde ahora ya sabemos que los guardias civiles pueden salir a la calle para demandar cuestiones relacionadas con sus condiciones de vida y de trabajo.
Comprendo que los que creen que la Guardia Civil tiene que estar cerca de lo militar se hayan sentido frustrados. Pero los que quieren que la Guardia Civil sea puramente policial tampoco han salido contentos de la manifestación. Nadie estará contento con la definición de la Guardia Civil hasta que consigamos explicar claramente a los ciudadanos qué es y para qué sirve la Guardia Civil en su seguridad.
Es verdad que este debate policial / militar ya no es tan ácido como fue en los primeros años de la democracia, pero todavía no está plenamente asentado.
En un Estado moderno es imposible hablar de seguridad si no se habla de graduación de la fuerza. Simplificar es muy fácil, pero muy ineficiente. Hasta no hace mucho tiempo las naciones creían que con los soldados podía enfrentar el Estado todas sus amenazas. Pronto surgió el concepto policial para corregir las agresiones ciudadanas menores. Pero quedaba una zona intermedia sin cubrir. Y se inventó la Gendarmería. Y más tarde, en España, la Guardia Civil. Convendría recordar que, la Guardia Civil, es un producto de la racionalidad francesa que supo que sin dosificar la capacidad de violencia del Estado se corre el riesgo de que no haya eficacia policial o militar.
Pues esa institución es ahora una necesidad para muchos países democráticos y desarrollados. El modelo "Gendarmería" lo tienen, Francia, España, Portugal, Holanda e Italia. Alemania anda cerca con su Guardia de Fronteras. Pero el mundo anglosajón sufre su carencia. Pocos países como Reino Unido hubieran deseado tanto tener su Guardia Civil para enfrentarse al conflicto del Ulster: o lo afrontaban con policías (era poco) o lo hacían con soldados (era demasiado).
El concepto de Guardia Civil se está imponiendo en todo el mundo como fórmula eficaz para enfrentarse a una violencia moderna sin Estado, sin límites y sin objetivos estables. La Alianza Atlántica ya ha creado un Cuartel General específico para la Gendarmería europea. Ahí está la Guardia Civil española.
Pero, ¿y en casa? Contar con una fuerza mitad soldado, mitad policía, es positivo para un ciudadano español que quiere seguridad. Se precisan policías que tengan disciplina militar para atender casi en solitario puestos de seguridad en el territorio. Se precisan soldados con formación policial para afrontar los retos del crimen internacional organizado. Y no cuento lo imprescindible que son los policías-soldados cuando de presencia internacional de España se trata.
Pero los Gobiernos y los partidos europeos tienen que fijar de una vez por todas las características legales y funcionales de estos "gendarmes": la confusión sindical, policial o militar hay que evitarla ya mismo.
El final de ETA será realidad (entre otras muchas cosas) por la eficacia policial y la disciplina militar de la Guardia Civil. El conflicto de Afganistán, la guerra de Afganistán, los desórdenes de Afganistán, la cooperación en Afganistán solo tendrá un final aceptable si fuerzas como la Guardia Civil dirigen las operaciones en los largos minutos previos al final.
Si no retomamos el espíritu cartesiano de la Francia napoleónica que inventó la Gendarmería, no podremos entender por qué es fundamental contar con la Guardia Civil para enfrentarnos a los retos de inseguridad de hoy. Las recientes asociaciones creadas en la Guardia Civil han lanzado un mensaje aparentemente demoledor: queremos las mismas horas de trabajo que los policías. Pero es un mensaje que se parece muchísimo a: queremos que la Guardia Civil no sea militar.
¿Alguien discute que el horario de un soldado depende de los peligros de cada momento? Nadie. Pues ese es el horario de un Guardia Civil. A un policía no se le puede pedir más horas que las pactadas sindicalmente o reglamentariamente. A un guardia civil se le pueden pedir todas las horas que una amenaza genere a la ciudadanía. Por eso a las misiones policiales / militares internacionales se envían guardias civiles o gendarmes y no policías.
Un respeto a la Policía y un respeto a la Guardia Civil. Pero no son iguales. Y menos tratando que su identidad venga desde los horarios de trabajo.
Luis Solana Madariaga es presidente del Observatorio Europeo de Seguridad y Defensa (OESD).