miércoles, 12 de octubre de 2011

Homilía del Obispo de San Sebastián, Monseñor Munilla el 12 de Octubre en el Cuartel de Intxaurrondo en el día de la patrona de la Guardia Civil

Homilía del Excelentísimo y Reverendísimo Obispo de la Diócesis de San Sebastián, Monseñor Don José Ignacio Munilla Aguirre, el día 12 de octubre de 2011 en la Parroquia del acuartelamiento de Intxaurrondo con motivo de la celebración de la festividad de la Virgen del Pilar, Patrona de la Guardia Civil.

“Queridos hermanos todos, dichosos esos pechos, dichoso ese vientre de María que llevó en su seno a Jesús, pero muy dichosa especialmente María por haber cumplido la voluntad de Dios y por haber sido fiel en ese cumplimiento. Y todos nosotros estamos llamados a participar de esa bendición que Jesús realiza por su Madre y por aquellos que sean como Ella, buscadores y fieles servidores de la voluntad de Dios. Todos nosotros estamos llamados de una o de otra manera hacernos también participes de esa bendición. Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la cumplan.

En primer lugar mi presencia entre vosotros, tiene la razón de ser de que seamos todos [de] invitados, [de] acompa-ñados para que seamos reconocedores de un Don. ¿Cuál es ese Don? El Don es que tenemos Patrono, tenemos Patrona, esa figura del patronazgo o patrocinio. Es muy significativa la palabra patronazgo, patrocinio, está directamente relacionada con la paternidad de Dios. Dios es Padre. Él es autor de toda bondad. Él no solo nos creó, sino que cuida paternalmente de nosotros. Su providencia, día a día nos está asistiendo. Incluso, fijaros bien, aunque nosotros no seamos conscientes de ello, Dios nos cuida. Aunque no seamos agradecidos, Él esta ahí. Aunque a veces le neguemos, Él hace salir el sol para buenos y malos, para agradecidos y desagradecidos. Por eso, celebrar el día de la Patrona es recordar que no estamos huérfanos, no estamos huérfanos. En medio de las dificultades de la vida, Dios nos acompaña y especialmente nos acompaña desde la figura de María, nuestra Madre. Es verdad que tiene también otras formas de acompañarnos, sus Santos Ángeles de la Guarda, los Santos Patronos, pero la Virgen María, [mediadera] de todas las gracias; simboliza, representa, significa de una manera muy especial la providencia de Dios Padre que cuida de nosotros. Tenemos una Madre solícita, amorosa, cercana a nosotros, que camina junto a nuestros pasos. Ella nos guía, nos precede, Ella guarda nuestra espalda. Está a nuestra derecha, a nuestra izquierda. Siempre atenta y solícita nuestra Madre. Por lo tanto vengo a transmitiros este mensaje de fe y esperanza, tenemos Patrón, tenemos Patrona, que es [la] María en la advocación del Pilar. Imagen de la paternidad de Dios que cuida de nosotros.

En segundo lugar, además de reconocer ese Don, también me parece importante que recordemos que ese Don es una tarea, es Don, pero es tarea. La oración colecta de esta liturgia dice: ‘concédenos por su intercesión, fortaleza en la fe, seguridad en la
esperanza y constancia en el amor’. Eso es un Don de Dios, pero también es una tarea del hombre. Ser fuertes en la fe, seguros en la esperanza, constantes en el amor. Por qué digo que es una tarea, porque es que es tan fácil dejarse arrastrar en este mundo. Es tan fácil dejarse arrastrar por las decepciones de la vida, porque nos han fallado. Es tan fácil dejarse arrastrar pues porque en un momento determinado tenemos roces, tenemos problemas, se crea una desaflicción [desafección], una desconfianza mutua. La propia inconstancia, cuantas veces queremos pero al final lo dejamos a medias. Empezamos pero no somos perseverantes hasta el final. Es tan fácil que los ideales de nuestra vida luego queden aguados como papel mojado por el camino, por eso, es una tarea decir que el cristiano invoca a su Patrona para ser fuerte en la fe, seguro en la esperanza y constante en el amor. De muchos es el comenzar y de pocos es el perseverar hasta el final. Tenemos que pedirle a nuestra Madre que el Don de la perseverancia sin perdernos por el camino, sin caer y sin dejarnos arrastrar y sin rebajar nuestros ideales. Es tan fácil adaptar nuestra sensibilidad, nuestros ideales, adaptarlos a una sociedad en la que se rebajan los ideales, buscando meramente la comodidad en el que cada uno salve su situación personal y propia. Es tan fácil pensar que es un…; que la entrega por el bien común es un ideal romántico de juventud que luego parece que el egoísmo y el buscar por encima de todo el propio interés hacen que eso quede olvidado como un sueño de juventud. Es tan fácil caer en esa tentación que tenemos que pedirle a la Virgen nuestra Madre, terminar nuestros días con los años que Dios nos dé, sean muchos o sean pocos, eso no es lo principal, fijaros bien, no es eso lo principal, cuántos años tenga nuestra vida, tenemos que procurar más en poner vida a nuestros años que años a nuestra vida y poner vida a nuestros años es no rebajar los ideales, no [mundanizarnos], mantenernos incólumes en la fe.

Y finalmente también vengo a donde vosotros porque la Eucaristía es una escuela de gratitud. María es también Madre de gratitud. Ella también nos enseña ser agradecidos y creo que la Iglesia también nos enseña a agradecer igual que nuestros padres cuando éramos pequeños y nos entregaban algo y nos decían que se dice y nos enseñaban a decir gracias porque a un niño igual lo que le sale espontáneamente es coger el regalo y no decir nada y nos tenían que enseñar explícitamente y decir que se dice. Y aunque al principio fuese un poco forzado decir gracias, así se educa, ¿no?. A veces no sale, cuesta mucho decir gracias, porque hay un orgullo que impide reconocerlo. Bien, pues la Iglesia también es escuela de gratitud, María es Madre que nos enseña a ser agradecidos y yo también quiero en nombre de la Iglesia ser agradecido con todos vosotros. Agradeciéndoos vuestro sacrificio, vuestra entrega. Tantos años en los que habéis vivido situaciones duras, muy duras y quizás hayáis sentido la necesidad o hubieseis deseado más gratitud de la que hemos mostrado.

Yo quiero agradecer en nombre de la Iglesia vuestra entrega y vuestro sacrificio y quiero acordarme de todos aquellos que dieron su vida. La Iglesia ofrece siempre el Sacrificio de la Santa Misa por todos los difuntos, pero hoy de una manera especial, cómo no, quiero ofrecer por todos aquellos que dieron su vida, por todas las familias que arrastran la orfandad, la viudedad por la entrega heroica de los que dieron su vida en el servicio [común] del bien común, por todos ¿no?.

Bien pues, esto es la Eucaristía, esa acción de gracias. Que esta presencia de la Iglesia en medio de vuestra vida sea un recordatorio de que Dios os agradece cada cosa, cada paso que dais por el bien común, aunque los hombres no sean agradecidos Dios es agradecido. Nosotros tenemos que hacer las cosas no buscando el aplauso de los hombres, sino buscando la complacencia de Dios. Decía la Madre Teresa de Calcuta una frase que a mí me ha hecho mucho pensar en momentos distintos de nuestra, de nuestra vida. Decía ella, ‘a mí Dios no me ha pedido que tenga éxito, me ha pedido que sea fiel’. Luego Dios ya se encarga de que la fidelidad se traduzca en éxito, pero cuando uno busca el éxito a corto plazo posiblemente deja de ser fiel a la voluntad de Dios. ‘A mi Dios no me ha pedido que tenga éxito, me ha pedido que sea fiel’. Esa frase de la beata Madre Teresa de Calcuta yo os la encomiendo, os la doy para vuestra reflexión. El Señor bendecirá vuestra pasos en fidelidad, incluso aunque falte el reconocimiento de los hombres. Nos importa más el agrado de Dios que el reconocimiento de los hombres. Que Santa María, Madre del Pilar, vele por todos nosotros, vele por vuestra tarea. La sintáis muy cercana y en Ella también estemos todos llamados a compartir lo mejor de nosotros mismos en el servicio a nuestra sociedad”.

San Sebastián, 12 de octubre de 2011.