sábado, 15 de octubre de 2011

Artículo de opinión de un Guardia Civil de Tráfico

Toca leer en prensa estos días diversos titulares relacionados con la profesión. Huelga de bolígrafos caídos, la llaman. -En junio han puesto 58.000 multas frente a las 188.000 del mismo mes en 2009, continúa el artículo. La DGT está recabando datos para verificar tal hecho que, de ser cierto, podría acarrear graves sanciones para aquellos que secunden tamaña tropelía.

Como miembro de la agrupación de tráfico de la guardia civil todas estas noticias me acaban tocando un poquito la “fibra” y llega un momento en el que uno siente la obligación de intentar explicar un poco la situación. ¿Huelga? No, señores. Nadie ha promovido una huelga. Primero porque el reglamento lo prohíbe de modo explícito y segundo porque nuestra responsabilidad como profesionales nos impide incluso plantear tal cosa. 

Acabamos de finalizar la celebración del 50 aniversario de la agrupación de tráfico y los que pertenecemos a ella, hemos recibido un fantástico libro conmemorativo en el que se refleja perfectamente la evolución de la misma. Creo que muchos nos hemos quedado con un sentimiento mezcla de nostalgia y pena. Nostalgia por los tiempos pasados. Uno siempre los recuerda mejores. Y pena por ver en qué se ha convertido esta institución. Aquellos que lo hemos vivido desde muy pequeños, soñábamos con subir a nuestra moto o hacer un curso de atestados, vigilar estas carreteras de dios. Prestar cuanta ayuda estuviera en nuestra mano, servir de utilidad, proteger, auxiliar y continuar nuestro camino. Voy a citarles de modo textual el que para mí es el más importante de los artículos de la cartilla de la guardia civil. Una artículo que sigue en pleno vigor y que llena de orgullo a cualquiera que decida servir a esta labor. 

-Será siempre un pronóstico feliz para el afligido, infundiendo la confianza de que a su presentación, el que se vea cercado de asesinos, se crea libre de ellos; el que tenga su casa presa de las llamas considere el incendio apagado; el que vea su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos-

Antaño la guardia civil de tráfico, contaba con la simpatía de la práctica totalidad de los automovilistas y hoy muchos percibimos que la situación es bien distinta. Está en la calle, en los medios, en internet, en cualquier conversación en un bar. 

- ¡Me han cazado! ¡Estaban detrás de un árbol y flash, la foto! ¡300€ me ha sacado! Otro responde ¡No hay derecho! A mí me han quitado 3 puntos. –He recorrido 600 kilómetros de viaje y no he visto una sola patrulla- -la autopista llena de obras, retención de media hora en el peaje y ni un guardia. Tres kilómetros después estaban con el radar!... Sufrí un accidente, me salí de la carretera. Vino la guardia civil y encima me denunció. 

No somos ajenos a estas conversaciones como tampoco somos ajenos a las cada vez menos simpatías que como colectivo despertamos. Vivimos tiempos difíciles. La crisis aprieta e incluso ahoga a algunos. La labor de quien denuncia nunca ha sido agradecida. Si a ello sumamos el hecho de que algunas de estas sanciones son difícilmente explicables, entramos en una dinámica muy compleja. 

La administración pide que apretemos el cinturón, que acotemos los gastos. Reducir el consumo de los vehículos, reducir la cantidad de boquillas de alcoholemia a utilizar, pero no alcoholemias realizadas, permanecer más tiempo estacionados en determinados puntos... Y mientras tanto, parece que debemos producir una cantidad igual o mayor en denuncias que en épocas de bonanza. Si estamos estacionados en un punto de vigilancia, no podemos observar infracciones y además, el ciudadano que sí las ha observado en su trayecto, obtiene la impresión de que la pareja de la guardia civil “estaba durmiendo a la sombra” ¿Pretende la DGT que nos dediquemos a parar a todo aquel que pase por delante para ver qué podemos encontrar? Recordaré que además de poco ética, tal práctica es como mínimo ilegal. 

¿Cómo explicar a quien ha sufrido un accidente, que además del disgusto se va a llevar una “receta” porque la DGT entiende que la mera producción del siniestro y las evidencias de las causas que lo han motivado, son suficientes para aseverar que se ha producido la infracción? Pues con estas mismas palabras. De lo que no podemos convencerle es de que cambie la cara de decepción que se le ha quedado. Oiga, cumplimos órdenes. -Y el pobre hombre, no se atreve a decir nada. Si por tener un accidente me acaban de apretar 150€, si abro la boca igual me caen 300, piensa. Probablemente hoy me llame mi madre. Le estarán pitando los oídos. 

Me cuenta un compañero que un señor ha caído en el radar y estaba molesto. –Acaba usted de arruinarme el mes, que lo sepa. Me dice que se estaba pagando el Opel Corsa que lleva, que lo necesitaba para ir a currar. Y claro, le acabo de dar el alto a bordo de un Mercedes camuflado con radar. ¿Pero en que están pensando los de arriba? No se dan cuenta de que el ciudadano piensa que nos estamos riendo de él. 

El ciudadano ya no nos pide información, no para a preguntar. No vaya a ser que se detenga pisando alguna línea y se lleve propina. Prefieren volverse locos con un mapa o un GPS antes de pedir ayuda, tal es el miedo que nos están cogiendo. 

Las normas sobre el nombramiento de los servicios no se cumplen, en el año 2010, un guardia civil sigue sin conocer su turno de trabajo mensual y en muchas unidades, siquiera semanal. Los cambios se suceden día tras día sin explicación ninguna. Se cambian noches por tardes, tardes por libres. No se respetan las horas mínimas de un día libre. Mientras que un guardia puede hacer en un mes ocho noches, otro de la misma unidad hace cuatro. Las productividades se reparten a total discreción del mando de turno sin que medie criterio objetivo ninguno. Las órdenes se reciben de cualquier forma sin que nadie se responsabilice de ellas o quiera entregarlas por escrito. Si se tiene un accidente laboral es probable acabar amonestado o corregido. Las bajas medicas se suceden. Los disgustos, las presiones, los sinsabores. Para colmo recorte salarial medio del 5% y rumores varios de la anulación del complemento de tráfico. Ninguna recompensa y ver demasiada miseria todos los días. Ese es el premio de quien trabaja en este cometido. 

Ayudaba cuando alguien te decía ¡Viva la guardia civil! Pero ahora ni eso. Ahora el ciudadano, conductor a la postre, huye despavorido ante una casi segura sanción de tráfico y sus consecuencias. Nos hemos convertido en el brazo ejecutor de una administración insaciable. Sólo ávida de papel moneda para paliar sabe dios qué ruinosa situación. 

Para bien o para mal, tráfico es la imagen de la guardia civil. El emblema del instituto. 

Todo el mundo circula por la carretera y en algún momento del camino, se encuentra con nosotros. Lo que de nosotros se lleve será el recuerdo que reciba de la guardia civil y lamentablemente, en estos tiempos, no suele ser un recuerdo agradable. 

La gente se preguntaba ¿Dónde está la guardia civil? ¿Dónde se meten? ¿Qué están haciendo cuando tanta falta nos hacen? Ahora prefieren no vernos. Se siente acosados desde las cunetas, vigilados desde un helicóptero o desde esas cajitas blancas encima de los pórticos. 

Trabajamos más horas que ningún cuerpo policial y cobramos menos, recibimos continuas presiones y tenemos pocos derechos reales. Ahora por si fuera poco, nos granjeamos día a día la antipatía de los que eran nuestros aliados. Los ciudadanos. Aquellas personas agradecidas a las que poníamos unas cadenas, cambiábamos un neumático o acompañábamos si se encontraban perdidos. Poníamos unas pinzas o ayudábamos en un accidente. Hoy las necesidades del servicio no lo permiten. No hay tiempo para nadie ni para nada que no “pague su tasa” 

Hoy el motorista escolta transportes especiales, permanece parado en un punto y hace alcoholemias. Entre tanto asiste accidentes y regula el tráfico. Por si les parece a ustedes poco, limpia la moto, lava el coche, anota docenas de prevenciones en la papeleta o asiste a algún juicio. Nada de eso tiene valor ninguno estadísticamente. Si no hay denuncias, no has dado un palo al agua. 

El especialista en atestados asiste accidentes, elabora informes, realiza docenas de absurdas estadísticas y se pasea por los juzgados de vista en vista. Da igual, como no suelen denunciar, estadísticamente no producen nada, así que por más horas que echen y más accidentes que asistan, tampoco dan un palo al agua. 

Así estamos señores. Una agrupación de tráfico atada de pies y manos obedeciendo a algún oscuro interés. De tal suerte que la agrupación se ha partido en cuatro pedazos; Los que se han hartado de todo y se marchan. Los que se dan de baja y ya no quieren saber nada, los que se rebelan contra el sistema y luchan desde dentro y los que aceptan todo lo que les echen. Todos tienen algo en común; Están cansados de esto y desean que llegue un cambio. Alguien que desde su responsabilidad como mando superior plante cara a esta situación, relea el libro conmemorativo, la cartilla de la guardia civil, el acta fundacional de la agrupación y diga. ¡Aquí comienza un nuevo día para tráfico! El día de la responsabilidad, la actitud, la aptitud y la claridad de criterio. La vuelta a los pilares de todo esto, aquellos en los que el conductor, caso de ser observado cometiendo una infracción era infractor y no supuesto delincuente. En los que rechazábamos diariamente por decoro invitaciones en los bares de carretera de conductores amigos, de usuarios felices de toparse con nosotros. En fin, los días en los que como dice la cartilla, éramos un pronóstico feliz. 

Seguimos vigilando las carreteras, subidos en la moto o en la furgoneta, haciendo atestados, realizando auxilios, informando a todo el que lo necesita y poniendo multas. Sí, ponemos multas también. Me sorprende sobremanera que la DGT pida explicaciones por el descenso en la cantidad de multas impuestas. La respuesta es sencilla. Mejores conductores. ¿No se trataba de eso? ¿No buscábamos un mejor comportamiento en las carreteras? ¿No intentábamos por todos los medios que la gente no corriera, que no utilizara el móvil, que no adelantaran en continua? Está claro. Lo hemos conseguido. ¿No dicen eso las cifras de siniestralidad? 

El titular debería ser –La agrupación de tráfico consigue un descenso de casi el 70% en el número de infracciones- Pero no; A quien dirige a día de hoy la DGT le queda tan grande el cargo, que ni esto sabe vender. Y es que la ambición le ciega. No se explica de otra forma, pero es evidente. Si ya existe una previsión en los presupuestos generales del estado para aumentar la recaudación en multas de tráfico y resulta que se van a quedar muy cortos, es normal que el señor se enfade y lo pague con los de siempre. Con la guardia civil de tráfico. Si hay menos denuncias de alcoholemia, será que hay menos borrachos al volante y si se han reducido las denuncias por cinturón o por el uso del móvil, será propio pensar que al fin los conductores se conciencian. Pero no. Es mejor ser suspicaz y pensar como el ladrón, por aquello de la condición. Es más bonito pensar nuevamente que la guardia civil de tráfico está otra vez metiendo el dedo en el ojo a la superioridad. ¿Buscando una excusa para otro recorte salarial. 

Si según nos informa la DGT se han reducido los accidentes, los heridos y los fallecidos y además de todo esto, las infracciones descienden de forma radical ¿Dónde está el problema? Explíquemelo porque yo no lo veo. Seré tonto o despistado, pero la única explicación que cabe encontrar es la del descenso equivalente en la recaudación. 

Si se trata de eso, si se trata de “darle caña al ciudadano” de “sacarle los cuartos” de “producir a destajo” o de cumplir unos objetivos mínimos en cuanto a denuncias, que lo digan claro. Que hablen sin careta y así muchos sabremos a qué atenernos y decidir si queremos participar de ello. De momento estamos en el limbo. 

Por eso cuando leo en los medios que estamos en huelga por el salario, me ofendo. Digan más bien que no están llegando a la recaudación prevista. Y sí; Es por dinero. Tenemos familia y necesidades. Pero que se pretenda vendernos tan baratos me molesta. El dinero es la última de las reivindicaciones aunque no por ello menos importante. Es por dignidad, es por respeto, es por justicia. Por eso se está produciendo poco a poco sin que nadie tome las riendas, ese cambio. Un cambio no orquestado, no dirigido. Más bien como una corriente de opinión o moda por la que queremos reconciliarnos con la sociedad de una enemistad a la que nos han forzado intereses ajenos. No lo llamemos huelga, que no. Llamémoslo cambio, reforma. El movimiento al que nos ha llevado tanto hastío y tanta tomadura de pelo con la excusa de la seguridad vial. 

(*) El que firma abajo, no es el autor de la misma, yo sigo destinado en Seguridad Ciudadana por los tiempos de los tiempos... pero me identifico plenamente con el autor al igual que muchos compañeros.

Juan Couce Bouza